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Carta 6: cuatro mejor que dos

Juan y Jesús eran dos amigos inseparables desde la niñez. Donde estaba Juan estaba Jesús: en las fiestas del colegio, los primeros besos los vivieron juntos; cuando se fue a la universidad con poco dinero pero con una maleta llena de sueños allí estuvo Jesús, el viaje del paso del ecuador fue inolvidable para Juan y también para Jesús.

Todo iba viento en popa, Juan era muy afortunado, la vida le sonreía. Una buena familia, un buen trabajo, dinero, amigos… a Juan le encantaba pasear por la playa, en este tiempo los paseos por la playa eran formidables Jesús y sus nuevos amigos le acompañaban y al atardecer hacían unas fiestas estupendas en las que todos disfrutaban. Donde iban o donde permanecían todo era felicidad y buen rollo.

Poco a poco Juan comenzó a ascender en su trabajo. Cada nueva responsabilidad suponía una nueva renuncia a esas pequeñas cosas que tanto le gustaban desde niño, no tenía tiempo para los amigos y poco a poco comenzó a cambiar tiempo por dinero y otras veces tiempo por poder y reconocimiento; pero aún en ese momento en que Juan se aisló de sus amigos para cumplir con su nueva vida, Jesús permaneció a su lado… de hecho fue el único que permaneció a su lado. Si tuviese que pasear por la playa en ese momento sólo habría cuatro pisadas en la arena, a todos los demás Juan los había echado de su lado.

Tres años más tarde Juan se encontraba en la oficina y recibió una invitación para asistir a una charla en Alemania. Qué pena, pensó, hubiese ido pero el bebé nacerá en diez días y no quiero perdérmelo.

De vuelta a casa, su compañero Tomás le llamó para ver si podían ir juntos a Alemania:

–Juan, soy Tomás.

–Qué Tomás?

–Tomás, tu jefe de departamento.

–Hola, Tomás, discúlpeme que no le había reconocido. Dígame.

–Mira me ha comentado Teresa, mi secretaria, que también te han invitado a la charla de Alemania. Te llamo para coordinar el horario de vuelo y hoteles.

–Tomás yo no iba a asistir. Mi mujer está a punto de dar a luz.

–Que pena, asistirá el director general! No sabíamos nada de que fueses a ser padre, enhorabuena.

–Bueno Tomás, intentaré hacer lo que pueda pero … no puedo prometerle nada.

–Tomás, piénsatelo y si cambias de idea habla con Teresa para que te realice las reservas de vuelos y hotel.

Juan no tuvo nada que pensar, llamó a Teresa en el momento y pidió que realizase las reservas.

De nada sirvio esta vez el consejo de Juan y los ruegos de su mujer Sussane, estaba decidido a seguir con su carrera… y esta era oportunidad increíble para contactar al director y que le propusiese para el próximo ascenso.

El día ocho de enero Juan embarcó con su jefe Tomás en avión rumbo a Berlín. Estaba decidido a ser el adjunto a dirección más joven y nada iba a impedirlo.

Jesús le acompañó hasta la puerta de embarque, pero a Juan le estorbaba su discurso de siempre. “Jesús, cállate ya, yo sé lo que me hago. Sussane tiene que entender que esto es lo que siempre he querido y además voy a ganar más dinero y eso lo necesitamos para mantener el nivel de vida con un niño en casa, así que voy a ser adjunto a dirección o me muero en el intento.”

Cuatro días más tarde Juan regresó de su viaje y Sussane estaba esperándole en casa. Afortunadamente el bebé no se adelantó que era lo que ella temía, estaba encantada de que Juan tuviese la oportunidad de ver nacer a su hijo.

Pero la felicidad de Sussane duró muy poco, Juan llegó frustrado ya que el viaje no había sido todo lo bueno que él esperaba, profético, Juan no había conseguido el puesto y desgraciadamente algo se murió en su interior. Juan se desquitó con Sussane de toda la rabia y frustración por no ser la persona elegida y hasta la despreció. Era mucho más importante su trabajo que lo que venía en camino.

Esa noche, Jesús enfrentó a Juan y le mostró cuanto se estaba equivocando y todo lo que podía perder si continuaba con esta actitud. Por primera vez Juan sacó de su casa a Jesús y cerró la puerta. No te necesito Jesús, yo sé lo que me hago.

Días más tarde nació Gabriel, Juan no se preocupó de estar con Sussane en el hospital, se limitó a dejar a su mujer en la puerta de urgencias con su madre y se marchó a trabajar.

El parto fue difícil y terminó en cesárea, pero Juan no tuvo tiempo en todo el día de acercarse al hospital. A las diez de la noche, cuando ya todo el peligro había pasado, apareció Juan con el mismo discurso de siempre… El y su trabajo eran lo importante, lo demás eran añadiduras y la verdad que en este momento bastante molestas. Esta actitud se repitió los ocho días que Sussane permaneció hospitalizada.

Al llegar a casa, la actitud de Juan no mejoraba, Sussane estaba sola a pesar de que su marido le había prometido solicitar las vacaciones para la llegada del bebé. Sussane sólo tenía a su madre y a Jesús, que no se apartó de ella en ningún momento.

Después de un mes la situación en casa era insostenible, Juan culpaba a Sussane y al bebé de que no pudiese ascender en su trabajo. ”¿ Cómo van a considerarme para un puesto serio si tengo que estar pendiente de ti y del bebé?”

Sussane cansada de luchar, se marchó a casa de su madre con el bebé. Solicitó el divorcio y renunció a cualquier prestación económica para ella o para su hijo. Se negaba a que Juan volviese a echarle en cara todo lo que él hacía por ella.

Juan estaba exultante, al fin libre para poder hacer todo lo que quería sin rendirle cuentas a nadie. También había dejado de escuchar la voz de Jesús recriminándole cada cosa que hacía, quién necesita un amigo así, mejor sólo que mal acompañado.

El 6 de abril de 2020, será una fecha que Juan jamás podrá olvidar. Cómo un día cualquiera salió a trabajar a la oficina, a las diez de la mañana salió con su jefe a tomar el café de la mañana y aprovechó para decirle una vez más que lo mejor que le había pasado en la vida era trabajar en la empresa, una vez más hizo un repaso por sus logros profesionales y le comunicó que cómo ya no tenía que cuidar de su familia y todo su dinero era íntegro para él se compró un coche deportivo que le entregaban esa misma tarde.

Siempre he querido un deportivo, esta monovolumen la compré por Sussane y de hecho la puse a su nombre, pero para que quiero yo ahora una furgoneta de estas, para nada.

Ya se lo dije a Jesús ayer, que no te lo pierdas Tomás, no sé cómo se enteró de lo del coche y me estaba esperando en casa para darme la brasa, ya le he dicho que deje de meterse en mis asuntos!!!

Además la financiación me sale muy bien y no me lo he pensado. Tomás, estoy encantado con mi nueva vida, por más que Jesús me dijo ayer que antes de 24 horas me voy a arrepentir, estoy encantado.

Me alegro por ti, le dijo Tomás … por cierto, Juan a las doce de la mañana tenemos una reunión con el Director General por lo del Estado de Alarma, nos va a comunicar las medidas a tomar por la crisis del Covid-19.

La reunión fue demoledora, la empresa se ve obligada a hacer un ERTE para intentar salvar el cierre definitivo. Sólo van a permanecer en la empresa los comerciales del área 3, el área 1,2 y 4 van íntegras al ERTE y Juan va directamente despedido.

–Despedido, por qué?

–La empresa necesita aligerar estructura pero al margen de ello Juan, la empresa ya había decidido prescindir de tus servicios. No podemos tener un jefe de equipo que no hable con ninguno de su equipo, no es viable. No podemos permitir que tu tiranía perjudique a la empresa, tenemos varias querellas por bulling y todas son de tu departamento.

–Tonterías, es que no quieren trabajar.

–Juan, está decidido ah… y un consejo, cambia.

De camino a casa Juan recibió la llamada del concesionario para decirle que debido al estado de alarma no podían entregarle el deportivo que había comprado y que la financiación quedaba en suspenso hasta que toda la situación producida por el Covid-19 hubiese pasado. Eran las cinco de la tarde, apenas habían pasado unas horas pero a Juan le pareció una eternidad.

Cómo cambia la vida en sólo unas horas… así mismo habrá cambiado la tuya, verdad?

Juan empezó a darse cuenta de la situación real en la que se encontraba, miró a su alrededor y no había nada, sólo silencio… una sensación de pánico recorrió su cuerpo y lo paralizó. Sus piernas tocaban su nariz y así hecho un guiñapo lloró de miedo, de impotencia, de soledad y se quedó dormido.

Entre sueños escuchó el timbre de su casa, hecho unas fachas se dirigió a la puerta y allí estaba Jesús. Juan se tiró a sus brazos y empezó a recriminarle dónde estaba… Él lo necesitaba y Jesús no estaba allí con él.

Esta vez a Jesús no le hizo falta decirle todo lo que había hecho mal, Juan lo sabía muy bien… pero sí le dijo vámonos a la playa, necesito que hablemos y tengo algo que enseñarte.

La playa estaba desierta, sólo para ellos dos, ante ellos unas pisadas en la arena nada más, entonces Jesús comenzó a hablarle:

–Mira Juan, estas pisadas representan la senda de tu vida, aquí al principio de la playa había sólo cuatro, las tuyas y las mías… luego en la universidad conociste a mucha gente, a Sussane… ves hay muchas más y están medio revueltas, hacíamos muchas fiestas, bailábamos y saltábamos… luego poco a poco fue habiendo menos porque decidiste comenzar a caminar sólo de nuevo, pero ves… aquí siguen estando las tuyas y las mías, nunca te he dejado.

–Cómo no, Jesús, aquí al final sólo hay dos pisadas. Son las mías, me dejaste sólo, cuando más te necesitaba me dejaste sólo.

–No Juan, cuando volviste de Alemania tú ya no estabas, habías muerto… recuerdas lo que me dijiste, o director o muerte. Hay sólo dos pisadas Juan, las mías… las tuyas no están porque como habías muerto yo te llevaba en brazos.
Juan no entendía nada, estaba aterrado… pero Jesús volvió a hablarle “ pero no llores, Juan, mira ahora vuelve a haber cuatro pisadas, las tuyas y las mías, tienes una nueva oportunidad para empezar de cero. Pide perdón a Sussane, conoce a tu hijo y empieza de nuevo”.

Para vivir a veces hay que morir. Espero que esta historia te deje una enseñanza y que cuando salgas del hospital puedas empezar de nuevo, amar como nunca, sentir como nunca y vivir como nunca.

Esta es mi historia, cuál es la tuya? Eres Juan o Jesús?

Ponte bueno pronto que me encantaría escuchar tu historia y aprender de ella.

Un bico grande, grande.

Marta Casás Sardiña
Vilalba, a 6 de abril de 2020