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Carta 4: mirando a mi alrededor

Mirando a mi alrededor - Nova Andaina
Imagen de NoName_13 en Pixabay

Vilalba, 2 de abril de 2020.

Es inevitable fijarse en la gente que nos rodea. Miramos a los que tienen éxito y a los que no lo tienen. Los analizamos, los juzgamos y sacamos nuestras propias conclusiones que muchas veces son erróneas porque planteamos la ecuación sin conocer ninguna de las incógnitas de la misma.

Cuando cogemos el martillo del juez y nos sentamos en la poltrona del prelado, elaboramos nuestro juicio y esa pasa a ser nuestra realidad. No nos damos cuenta que esta actitud a lo único que nos conduce es a la frustración.

Nos frustramos porque ellos crecen y nosotros no, te frustras porque crees que lo que le ha pasado a otros es injusto, pues de repente piensas que esas personas son buenas y su realidad en cambio no lo es, y viceversa.

La frustración trae amargura, desánimo, cabreo… hasta te conviertes en un ser bipolar, huraño, te frustras más y más porque cuanto más te esfuerzas por cambiar las cosas que no te gustan, no lo consigues.

Debes de saber qué si quieres cambiar tu entorno, el primero que debe de cambiar eres tú, aprende a relativizar. Ya lo dice el refrán “ todo depende del color del cristal con que se mire”.

Un día, mi amiga María se asombraba de la fortaleza que tengo, para ella yo soy indestructible…

Ja, ja, ja, María… que poquito me conoce! Si yo te contara. Ella solo ve mi sonrisa por la mañana y cree por ello que soy plenamente feliz.

Ahora que Maria no nos oye, te voy a contar la verdad, mira… para empezar, la felicidad completa, perfecta y total que se dibuja por ahí no existe, vamos… yo nunca la he conocido; pero he aprendido a sonreir en medio de la tristeza, del desánimo y de la frustración.

Cuando un problema viene, yo no le giro la cara, lo afronto. Sé que afrontarlo va a ser doloroso en muchas ocasiones, pero soy de las que piensa que mas vale una vez rojo que veinte colorao.

Así que lo afronto y lo hago de una. Cuando llega la situación que sea, sé que voy a tener que adaptarme mucho para poder sacar una solución adelante.

Y si María me estuviese escuchando ahora, me diría… Sí, sí, todo muy rico, pero ¿cómo lo haces?

Venga, te lo cuento: ¿Alguna vez has ido a la playa y te has sentado en una duna? Si lo has hecho, habrás visto los juncos, que son como unas hierbas de aspecto desaliñado medio duras y resecas que salen entre la arena.

Viene la marea y las moja, luego el viento las zarandea, en la tormenta se retuercen, se tumban y se doblan pero al día siguiente vuelves a la duna y ahí están los juncos de pie nuevamente.

Los juncos no son la hierba más fuerte de la Tierra pero sus raíces son profundas y aunque su apariencia es de dureza por dentro están llenos de una materia blanca y esponjosa… esta materia les da flexibilidad, maleabilidad, son dúctiles y resistentes, podríamos decir que se han adaptado al medio hostil en el que les ha tocado vivir.

Así mismo yo he aprendido a adaptarme, mirando lo que tienes alrededor con el ojo correcto, con el cristal correcto… nos adaptamos al medio, a un horizonte que puede no ser paradisíaco pero es una panorámica confortable y bella.

Aprende a mirar a tu alrededor, a dar gracias por las pequeñas cosas que tienes, da gracias por el dolor de hoy porque ese dolor te va a llevar a una enseñanza nueva de resistencia y de resilencia … si ya lo decía mi abuela, lo que no te mata te hace más fuerte.

Un bico grande, grande. Agardo por ti aquí fóra. Paréceche?

Marta Casás Sardiña